Miriam Saucedo
13
de Abril
“Esta
es la primera vez que tomo papel y pluma después de mucho tiempo, sólo lo hago,
por la necesidad de contarle a alguien, a cualquier persona que sea afortunada
o desafortunada al encontrar esta nota, el extraño e incomprensible suceso que marcó
mi vida un viernes de… no sé cuál era el
mes, sería por enero o marzo del presente año, hay cosas que aún no me quedan
muy claras, espero que, quien encuentre esto sea capaz de descifrar qué fue lo que
me pasó, porque yo no lo soy, mi mente está débil y creo que me observan, sí,
estoy seguro de que me observan.
Comenzaré
mi historia con una noche de trabajo, el cual no era tan difícil, cualquiera
podía hacerlo, pero no cualquiera podría ser tan sigiloso como yo, mi trabajo aquella
despejada noche consistía en recoger una mercancía ‘verde’ y dejar unos
pedacitos en la plaza, nada complicado, lo complicado era quitar las manchas de
la caja, pero para eso estaban los niños que hacían cualquier clase de trabajo
por una buena comida y ropa de buena calidad.
En
la radio sonaba la historia musicalizada de mi antiguo jefe, esa que todos
sabíamos de memoria, pero no le prestaba mucha atención, estaba pensando entre
otras cosas, en el día que decidí dejar de asistir a la preparatoria, era un
muchacho listo, tenía buenas calificaciones pero lo que no tenía era dinero
para seguir estudiando, una cosa llevo a otra y al final terminé en aquel
trabajo que aún y cuando no era tan tranquilo como uno de oficina, me hacía
ganar más del triple que un hombre detrás de un escritorio. Luego mis
pensamientos giraron al momento en que me llevé aquella bella jovencita de un
pueblo en el que estuve trabajando unos días, era una chica encantadora, aunque
dejé de saber cuando hacía las cosas por amabilidad y cuando por miedo, ella
fue la mejor de las mujeres que tuve en mi posesión, fue una lástima que
intentase escapar, si no lo hubiese intentado, quizá seguiría con vida.
Encendí
un cigarro de tabaco, como queriendo que todo aquello se lo llevase entre
piruetas y extrañas formas mortíferas aquel humo blanco. Mis pensamientos
cambiaron de dirección, ahora observaba la noche a través del parabrisas, era
una noche estrellada, sin luna y silenciosa, la carretera estaba vacía tal como se había acordado, para
que todo fuese más rápido, sin testigos.
De
pronto, el sonido del silencio martilleó mis oídos, mi camioneta se apagó por completo,
la oscuridad me tragó, ninguno de mis aparatos electrónicos funcionaba, el frío
comenzaba a filtrarse, era un frío que calaba hasta los huesos, podía ver el
vaho de mi aliento.
Estaba
incomunicado, en medio de la nada, más o menos a una hora de distancia de mi
destino, pronto comencé a desesperarme, pero, creí que mi suerte cambiaba
cuando vi unas luces a lo lejos, ‘estoy salvado’ me dije a mi mismo, salí de mi
camioneta para intentar detener aquel auto que venía hacia a mí, pero, de
pronto, las luces se elevaron y brillaron con mayor intensidad. Con dificultad,
entre la luz, distinguí unas figuras alargadas, pero no sabría decir si tenían
un parentesco con algún ser para mí, conocido. Me sentí intimidado y con miedo,
por lo que, con rapidez saqué mi arma de la camioneta y abrí fuego contra esas
cosas.
Antes
que el cartucho quedara vacío, dejé de sentir el suelo bajo mis pies y fui
succionado por aquella terrible luz quimérica; olía mal, quizá más que ácido
sulfúrico, quemaba mi nariz, creí que iba a asfixiarme, pero no fue así. Luego,
dejé tener esa sensación de flotar y asfixio, para ser sustituida por algo que
se sentía como helado metal en contacto con la piel desnuda. Pronto, sentí como
abrían mi estómago, la calidez de la sangre y el viscoso tacto de aquel que me
cortaba, quería gritar, pero, la sangre brotaba por mi boca, causándome una
sensación de ahogo. Tenía miedo, no como aquel que se le tiene a la oscuridad,
sino, verdadero miedo, aquel que te hace sentir la mano de la muerte en el
hombro.
Lo
último que vi previo a perder el conocimiento fueron esos verdosos ojos
inyectados de líquido negro.
Pasó
mucho tiempo antes de que despertara y cuando lo hice, estaba en una habitación
blanca, conectado a no sé qué aparatos y a un líquido transparente. Cuando
pregunté a aquel hombre de blanco, porqué estaba allí, me respondió que me
encontraron tirado en una calle con un caso de sobredosis, según él de polvo,
pero aunque mi trabajo estuviese mezclado con aquello, nunca ingerí nada del
producto.
Luego
de unos días en el hospital, comprendí que no estaba en una ciudad conocida, de
hecho me encontraba en otro país, hablaban un idioma distinto del mío, pero,
por alguna razón yo lo entendía… Entendía esos vocablos y aquellos garabatos en
la pared, cómo lo supe, fue por los garabatos y el hecho de que nadie conocía
el lugar en el que yo me encontraba antes, sugerían que mis facultades mentales
habían sido afectadas ya que yo, no pude haber estado en aquel país emergente
debido a que, según ellos, nací, crecí y aparentemente moriré aquí, cuando me
dijeron eso, me sentí peor que perdido, era como estar en otra dimensión con
una realidad diferente, donde la gente es sustraída de sus autos y abandonada
en un lugar desconocido.
Aún
sigo en el hospital, quieren tenerme en ‘observación’, un psiquiatra viene
todos los días a hacer preguntas y anotar en su libretita para al final darme
pastillas que me duermen, hoy no he tomado dichas pastillas, las oculté bajo mi
almohada, todo, para poder escribir esto, sin quedarme dormido.
Además
de esos médicos que me vigilan día y noche, siento que ellos, los seres que me
dejaron aquí, me observan, saben todo sobre mí, lo que pienso, digo y hago,
tengo la sensación de que vendrán por mí y esta vez me hará desaparecer para
siempre. Es como sentir que la muerte se acerca.
Lo
que en realidad quiero es, que sean conscientes del peligro en el cual se
encuentra nuestra espe…”
-¿Entonces
ahí termina la nota?- Preguntó el doctor asignado a aquel paciente
desaparecido.
-Así
es, no hay nada más. ¿No le parece increíble el hecho de que haya desaparecido
sin dejar un rastro ni aparecer en los vídeos de las cámaras? Su habitación está en un cuarto piso y sin ventanas, creo que es un caso
escalofriante, ¿No cree doctor?- dijo la mujer de blanco, pero, aquel medico
que antes había estado frente a ella, ya no lo era más, ahora unos ojos verdes
inyectados de negro líquido se clavaban en los de ella, lo último que pudo
escucharse en aquella habitación, fue un estremecedor grito.