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"[...]Sobre mi frente he de sentir el beso que me haría desear morir antes de perderlo."
Mary Elizabeth Coleridge



sábado, 16 de noviembre de 2013

Al otro lado de...

Comenzaba a oscurecer, yo escuchaba la radio en el auto, pasaban Face To Face, una de mis canciones favoritas, la cantaba mientras conducía: -“Commit your crime in your deadly time, it´s too divine, I want to bend, I want this bliss but someting says I must resist…”-
Había labrantíos a los lados de la carretera, árboles secos abrazándose entre sí, de esos que toman formas temibles en la noche. Ninguna luz además del brillo lunar.  
Pronto la solitaria carretera quedó sumida en una oscuridad total, era una noche cerrada. Encendí las luces altas de mi Chevy Impala SS del 96. Abrí mi bolso tipo cross body (el cual no me había quitado al subir al auto) para sacar una barra de chocolate, de esas que tienen a no sé qué rey en la etiqueta, pero antes de que la tuviese en las manos vi unas luces azules y rojas, no muy lejos de mí, reduje la velocidad; cuando estuve cerca, supe que era un auto de policía federal. Ahora en la radio sonaba “Besser Du Rennst”. Un hombre armado que estaba fuera en la parte trasera del auto me hizo la señal de que me detuviese. Así lo hice, apagué el motor, desabroché mi cinturón y por un extraño motivo quité las llaves y las metí en el bolsillo de mi suéter negro y al final bajé la ventana.
Cuando el uniformado se acercó, me fijé que no era mayor a los diecisiete años, además del arma larga que portaba, en la mano derecha portaba un cuchillo estilo militar, de esos grandes y oscuros con dientes de un extremo y del otro una parte lisa. Un pánico inexplicable me invadió y antes de cualquier cosa, aquel chiquillo de ojos enrojecidos me sacó de mi auto a tirones diciéndome palabras obscenas, en el tironeo caí al suelo, cosa que no le importó al joven; me puso aquel nocturno cuchillo en la garganta y comenzó a recorrer la distancia de mi cuello a mi seno con aquella afilada arma, no quería demostrar miedo, pero lo cierto era que lo tenía, quise gritar pero ningún sonido salía de mi boca, de pronto un líquido casi marino corría por mis mejillas hasta detenerse en una frágil gota. El miedo era tan real como el asfalto lacerando mis rodillas y los músculos de mi cuerpo agarrotados, el sujeto comenzó a romper mi ropa, lastimándome en cada desgarre de tela. Dolor sordo, desesperación incontrolable y una fuerte impotencia corrompían cada parte de mi ser dejándome abandonada en una terrible desesperanza.   
De pronto en mi mente sonaba una canción muy fuerte: “And the moon again is rising, lighting my dark thoughts of hate, tears running from the idol, cannot satisfy the dead."  Me di cuenta que la canción no sólo estaba en mi mente cuando mi captor miró hacia el auto, ¿cómo era posible la música a todo volumen en el auto? No era tiempo de pensar, sino de correr.
Aproveché aquel momento de distracción para escapar, corrí lo más rápido que me permitieron mis temblorosas piernas, no llegué muy lejos, pues aquel había disparado y una o quizá dos figurillas de metal se incrustaron en mi pierna, caí en la tierra de algún labrantío, quise levantarme y lo único que logré fue volver al suelo, mi joven captor vino por mí, pero esta vez no estaba solo, ahora venía un hombre igualmente armado pero más alto y fornido. Entre los dos, destrozaron mi ropa, mi carne y mi mente.
Dejé de sentir.
Cuando desperté me encontraba en mi auto con una hermosa copiloto, la chica más bella que jamás hubiese visto, ojos de color carbón, cabello lacio y tan oscuro como su mirada, su piel aunque pálida me parecía de un color bronce, yo la veía atónita no sabía cómo había terminado de vuelta en mi auto. Ella me miró tristemente y me dijo: -traté de decirte, pero no escuchaste las señales.- Me miró, luego miró el radio del auto, sonrío y el radio se encendió y apagó algunas veces, volvió a hablar: -Serás una más de tantas en esa fosa de allí.- Señaló el labrantío en el que antes había caído, sólo que ahora el ambiente parecía más iluminado casi blanco y lleno de diferentes tipos de mujeres, aún así todas hermosas, aunque en un instante todo se transformó, ahora todo era oscuro, aquellas bellas jóvenes, ahora eran cuerpos desgarrados, sucios y sangrantes incluso mi copiloto, ella daba un aspecto repugnante, su cara tenía trozos de carne colgando, una cuenca vacía de la cual brotaban sangrientas lágrimas, su cabello cubierto de tierra estaba hecho nudos, su carne era gris, estaba desnuda por lo que me di cuenta que no tenía senos, sólo un par de agujeros en la piel; me quedé estupefacta. Bajé la mirada, miré mis manos casi destrozadas, rojiza tierra que me cubría las uñas de una manera enfermiza, mis brazos tenían enormes círculos de color violáceo, en mi estómago tenía una enorme cantidad de rojizas grietas, mis piernas cubiertas de lodo compuesto por todo tipo de fluidos corporales, miré mi rostro en el retrovisor, quedé atónita.
Entonces lo supe: ¡Estaba muerta!
Nunca hubiese imaginado que mi final fuese así, violada y apuñalada hasta el cansancio en más de una forma. No les hice nada, ¿por qué?... Ahora sólo quiero venganza,
¿Por qué yo? ¿Por qué me destrozaron? ¡¿POR QUÉ ROBARON MI VIDA?!
En aquella solitaria carretera no pudo escucharse nada más que la sombra de un grito y el contacto de muchos cristales pequeños en el asfalto que pronto serían sólo la huella de algo, algo que nunca le importó a nadie, algo que sigue sin importar.