Comenzaba a oscurecer, yo escuchaba la radio en
el auto, pasaban Face To Face, una de mis canciones favoritas, la
cantaba mientras conducía: -“Commit your
crime in your deadly time, it´s too divine, I want to bend, I want this bliss
but someting says I must resist…”-
Había labrantíos a los lados de
la carretera, árboles secos abrazándose entre sí, de esos que toman formas
temibles en la noche. Ninguna luz además del brillo lunar.
Pronto la solitaria carretera
quedó sumida en una oscuridad total, era una noche cerrada. Encendí las luces
altas de mi Chevy Impala SS del 96. Abrí mi bolso tipo cross body (el cual no me había quitado al subir al auto) para sacar
una barra de chocolate, de esas que tienen a no sé qué rey en la etiqueta, pero
antes de que la tuviese en las manos vi unas luces azules y rojas, no muy lejos
de mí, reduje la velocidad; cuando estuve cerca, supe que era un auto de
policía federal. Ahora en la radio sonaba “Besser
Du Rennst”. Un
hombre armado que estaba fuera en la parte trasera del auto me hizo la señal de
que me detuviese. Así lo hice, apagué el motor, desabroché mi cinturón y por un
extraño motivo quité las llaves y las metí en el bolsillo de mi suéter negro y
al final bajé la ventana.
Cuando el uniformado se acercó,
me fijé que no era mayor a los diecisiete años, además del arma larga que
portaba, en la mano derecha portaba un cuchillo estilo militar, de esos grandes
y oscuros con dientes de un extremo y del otro una parte lisa. Un pánico
inexplicable me invadió y antes de cualquier cosa, aquel chiquillo de ojos
enrojecidos me sacó de mi auto a tirones diciéndome palabras obscenas, en el
tironeo caí al suelo, cosa que no le importó al joven; me puso aquel nocturno
cuchillo en la garganta y comenzó a recorrer la distancia de mi cuello a mi
seno con aquella afilada arma, no quería demostrar miedo, pero lo cierto era
que lo tenía, quise gritar pero ningún sonido salía de mi boca, de pronto un
líquido casi marino corría por mis mejillas hasta detenerse en una frágil gota.
El miedo era tan real como el asfalto lacerando mis rodillas y los músculos de
mi cuerpo agarrotados, el sujeto comenzó a romper mi ropa, lastimándome en cada
desgarre de tela. Dolor sordo, desesperación incontrolable y una fuerte
impotencia corrompían cada parte de mi ser dejándome abandonada en una terrible
desesperanza.
De pronto en mi mente sonaba una
canción muy fuerte: “And the moon again
is rising, lighting my dark thoughts of hate, tears running from the idol,
cannot satisfy the dead." Me di cuenta que la canción no sólo estaba en
mi mente cuando mi captor miró hacia el auto, ¿cómo era posible la música a
todo volumen en el auto? No era tiempo de pensar, sino de correr.
Aproveché aquel momento de
distracción para escapar, corrí lo más rápido que me permitieron mis
temblorosas piernas, no llegué muy lejos, pues aquel había disparado y una o
quizá dos figurillas de metal se incrustaron en mi pierna, caí en la tierra de
algún labrantío, quise levantarme y lo único que logré fue volver al suelo, mi
joven captor vino por mí, pero esta vez no estaba solo, ahora venía un hombre
igualmente armado pero más alto y fornido. Entre los dos, destrozaron mi ropa,
mi carne y mi mente.
Dejé de sentir.
Cuando desperté me encontraba en
mi auto con una hermosa copiloto, la chica más bella que jamás hubiese visto,
ojos de color carbón, cabello lacio y tan oscuro como su mirada, su piel aunque
pálida me parecía de un color bronce, yo la veía atónita no sabía cómo había
terminado de vuelta en mi auto. Ella me miró tristemente y me dijo: -traté de
decirte, pero no escuchaste las señales.- Me miró, luego miró el radio del
auto, sonrío y el radio se encendió y apagó algunas veces, volvió a hablar: -Serás
una más de tantas en esa fosa de allí.- Señaló el labrantío en el que antes
había caído, sólo que ahora el ambiente parecía más iluminado casi blanco y
lleno de diferentes tipos de mujeres, aún así todas hermosas, aunque en un
instante todo se transformó, ahora todo era oscuro, aquellas bellas jóvenes, ahora
eran cuerpos desgarrados, sucios y sangrantes incluso mi copiloto, ella daba un
aspecto repugnante, su cara tenía trozos de carne colgando, una cuenca vacía de
la cual brotaban sangrientas lágrimas, su cabello cubierto de tierra estaba
hecho nudos, su carne era gris, estaba desnuda por lo que me di cuenta que no
tenía senos, sólo un par de agujeros en la piel; me quedé estupefacta. Bajé la
mirada, miré mis manos casi destrozadas, rojiza tierra que me cubría las uñas de
una manera enfermiza, mis brazos tenían enormes círculos de color violáceo, en
mi estómago tenía una enorme cantidad de rojizas grietas, mis piernas cubiertas
de lodo compuesto por todo tipo de fluidos corporales, miré mi rostro en el retrovisor,
quedé atónita.
Entonces lo supe: ¡Estaba muerta!
Nunca hubiese imaginado que mi
final fuese así, violada y apuñalada hasta el cansancio en más de una forma. No
les hice nada, ¿por qué?... Ahora sólo quiero venganza,
¿Por qué yo? ¿Por qué me
destrozaron? ¡¿POR QUÉ ROBARON MI VIDA?!
En aquella solitaria carretera no
pudo escucharse nada más que la sombra de un grito y el contacto de muchos cristales
pequeños en el asfalto que pronto serían sólo la huella de algo, algo que nunca
le importó a nadie, algo que sigue sin importar.